miércoles, 12 de noviembre de 2008

Miradas

Eso que leemos tiene una imagen, una imagen que creamos o recreamos cada uno según su experiencia, según su conciencia. Creamos imágenes de todo aquello que reconocemos, de todo lo que nos despierta los sentidos. La lectura la realizamos como un acto íntimo, se introduce en nuestra mente y esta nos devuelve en forma de sensaciones, de vivencias, en imágenes mentales. Cuando leemos, recreamos el texto en imágenes, imágenes particulares que son interpretaciones de eso que otro visualizó de su mente y lo tradujo en código escrito.
Porque es que es impresionante, Fedro, lo que pasa con la escritura y por lo que tanto se parece a la pintura. En efecto, sus vástagos están ante nosotros como si tuvieran vida; pero si se les pregunta algo, responden con el más altivo de los silencios. Lo mismo pasa con las palabras. Podrías llegar a creer que lo que dicen lo fueran pensando; pero si alguien pregunta, queriendo aprender de eso que dicen, apuntan siempre y solamente a una y la misma cosa. Pero eso sí, con que una vez algo haya sido puesto por escrito, las palabras ruedan por doquier, igual entre los entendidos que como entre aquellos a los que no les importa en absoluto, sin saber distinguir a quiénes concierne hablar y a quiénes no. Y si son maltratadas o vituperadas injustamente, necesitan siempre la ayuda del padre, ya que ellas solas no son capaces de defenderse ni ayudarse a sí mismas (Fedro, 275d-e).
Un mismo libro puede inspirar imágenes o sentimientos contrarios, por tanto todo libro habla del que escribe (el otro) pero también habla de que lee (el yo). Llegamos a realizar la vivencia de eso que nuestra mente identifica como común: simpático, antipático. En definitiva se convierte en parte de nosotros. Solo lo que es comprensible es susceptible de ser aprehendido y se convierte en vivencia. Lo que es ajeno a nuestros sentidos no podemos verlo, vemos una hoja en blanco.
Un libro olvidado, con este título inicie el proyecto y por fin resuelvo con Reflejos de un libro olvidado. Olvidado en un estante, olvidado por quien lo imaginó, olvidado por su escritor, olvidado por quien lo dejó en ese estante. Rescatado por un encuadernador, cuidado y rehabilitado para ser expuesto al público.

No hay comentarios: