viernes, 14 de noviembre de 2008

Un leve gesto

Juntos vamos en este viaje, masa gris que te alzas sobre los hombros, en un recipiente de hueso. Presidiendo nuestra altura en el tiempo. Te crees el dueño del cuerpo, el mío, cuando no del mundo entero.
Que piensas… que sólo piensas, que es la función que has desarrollado, para la que no siempre estas dispuesto y, crees que sin ti no seriamos nada y nada puede existir.
Eres capaz de mentir, de mentirnos, de enredarnos por los caminos y atajos. Por las veredas de tus ensueños. Nos asustas o diviertes con tus preguntas y, puedes abandonar sin nuestro permiso.
Es capaz de inventar dioses, puede crear todo un universo y, con todo ello puede hacer el laberinto más completo, donde un día, el día que decide, nos suelta sin más, sin previo aviso, sin el hilo de Ariadna. Desprecias todo lo que nuestras manos crean, haciendo leña del árbol caído, con tu critica y juicio. Ese instrumento puede hacer de nosotros un rey o un siervo.
A él quiero pedir compasión, quiero que sienta el latido de mi cuerpo, escuche el paso de las lágrimas por mi rostro. Quiero que mire y me mire a los ojos a mi y a los otros. Quiero que se de cuenta del paso de mis pasos, que son los pies los que duelen, que se fije, que los dedos de las manos pueden acariciar su espíritu, con un leve gesto, pueden enseñar eso que no sabe, la belleza de una caricia.

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